lunes, 6 de junio de 2011

La esquina, tu mayor baza fuera de ti mismo.

Reanudaré el blog con un tema sobre artes marciales que los no practicantes ni aficionados a estas disciplinas también encontrarán grato o al menos eso espero (especialmente si les es útil). He vuelto a la guerra con el blog gracias a una compañera música que tengo la suerte de conocer y que hoy, tras leer algunos de mis escritos de esta página me ha devuelto la motivación para escribir de nuevo. Muchas gracias y un abrazo!!!


LA IMPORTANCIA DE LA ESQUINA
"No estás solo, yo estoy aquí contigo". Para mi esa frase, tanto a nivel de competidor como de instructor es la mejor que puede decírcele a un luchador justo en el momento en que pone un pie en la lona: hace que los nervios previos a un combate disminuyan hasta casi desaparecer. Todos los que hemos competido, independientemente de la disciplina, sabemos la mezcla de sensaciones que uno sufre en el vestuario, las cuales van desde la incertidumbre a no saber como se desarrollará la pelea o la duda de si se es mejor que el contrincante, hasta la ansiedad por entrar de una vez al campo de batalla y el estrés que entraña una situación tan límite, donde te juegas meses de durísimo entrenamiento específico en unos cuantos minutos. Da igual cuantas veces te hayas puesto un kimono o una licra; da igual que sea tu primer campeonato local o la tercera vez que defiendes un título europeo; da igual la autoconfianza que poseas en tus propias posibilidades, porque a la hora de la verdad sigue siendo como la primera vez: hombre contra hombre, en principio igualmente prepardos a todos los niveles psicológicos, técnicos y mentales, jugándose sus islusiones, sacrificio y honor sobre el tapiz...tres de las cosas más grandes que posee un ser humano. La mayoría de artistas marciales, coinciden en que el momento de mayor tensión es cuando dejás atrás a tus compañeros en el vestuario y tu entrenador se queda a unos metros detrás o debajo tuya (según sea tatami o ring). A todos les gustaría no verse tan solos ahí arriba, sentirse arropados no solo por el público, sino por una persona que les haga sentir que todo saldrá como lo tienen planeado y justo en ese instante, mientras el árbitro recuerda las reglas, es cuando la esquina debe recordar "estoy aquí": no hace falta mucho más para dar un chute extra de seguridad a un atleta que por otro lado ya esta más que dispuesto y a punto para disputar el combate.
A menudo, ciertos entrenadores cuando hacen de esquina se centran demasiado en la parte estrategica y técnica -se limitan únicamente a dar instrucciones del tipo "sube la guardia", "entra de seo-nage"- y se olvidan tanto del aspecto físico -muchos no recuerdan que el luchador está mas preocupado en buscar la sumisión o el k.o. que en coger aire, en relajar los brazos, etc. y que ellos deben darles también ese tipo de indicaciones- como del aspecto psicológico -los que están fuera de este mundillo o que nunca han competido ni se imaginan lo importante que puede ser una palabra de aliento en el momento adecuado, como simplemente un "vas muy bien"-.De la misma manera, muchos competidores ignoran las instrucciones de sus instructores tratando de desarrollar la lucha ellos solos: quienes están habituados a los torneos, saben que desde fuera se aprecian aspectos de la lucha de los que el competidor, desde dentro, es incapaz de percatarse ya sea por estar centrado en otros aspectos de la pelea o simplemente por una cuestión física y es que su entrenador tiene una visión general del combate, mientras que el luchador tienen una visión muy centralizada (desde fuera ves a los dos participantes, pero desde dentro muchas veces solo ves un brazo, una pierna...). Además, existen peleadores a los que o bien la presión del público o bien una pequeña dosis de inseguridad los llevan a "hacer locuras" del tipo de no poner en práctica el juego que hacen día a día en el gimnasio y tratar de hacer cosas nuevas que jamás han practicado en el momento más inoportuno: el combate. Es necesario escuchar a la esquina en todo momento, pues los fallos de los que nosotros somos incapaces de darnos cuenta, nuestro entrenador los ve a kilómetros de distancia a veces antes de que ocurran. Igualmente, el luchador puede verse cegado en varios momentos de la pelea a causa de los nervios o a causa del cansancio, pudiendo cometer fallos tontos, que jamás haría entrenando, como bajar los brazos, entrar a proyectar regalando la guillotina...el apoyo que tenemos a pie de ring está atento a todos esos deslices -al menos debería- y es obligación del competidor ser capaz de dividir su atención en dos: una mitad a la propia pelea y la otra mitad a la voz de su instructor, quien en ese momento sabe más de nuestra capacidad, nivel y rendimiento que nosotros mismos.
Acabaré diciendo, que lo más presente que debe tener un artista marcial es que ha elegido una disciplina que dista mucho de ser individual: practicamos una actividad de equipo, donde nuestro rendimiento en competición depende no solo de nuestra capacidad, sino del entrenamiento diario con nuestros compañeros, con los que formamos una piña y es obligación de todos dar el ciento por ciento en los sparrings para ayudar a subirnos de nivel los unos a los otros, como de las enseñanzas del entrenador y sus instrucciones en el momento del campeonato. Por lo tanto, pase lo que pase sobre el terrero, los peleadores deben saber que nunca están solos: detras hay todo un equipo que a la hora de la verdad no son compañeros, son su familia.

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