martes, 14 de agosto de 2012

Ronin, hacia el alma del samurai.


"No se puede ser un buen samurai hasta que no se ha sido ronin al menos siete veces", extracto del "Hagakure".

Los ronin eran aquellas personas que dejaban de ser samurai por la pérdida de su señor o bien que eran expulsados de esta casta guerrera por los errores cometidos.

Sus opciones eran el "seppukku" en el primero de los casos, pues dada su condición consideraban que su vida estaba carente de todo sentido o bien rehabilitar su honra buscando un nuevo señor. En el segundo caso, su posibilidad era la de deshacer sus fallos a través de desafíos con otros guerreros, aumentando su aprendizaje mediante el estudio y la observación y meditando acerca del camino que habían hecho hasta ese punto, sobre los pasos que los llevaron a cometer dichos errores.

A veces nos sentimos perdidos, sin un objetivo -"sin un señor"- concreto que nos sirva de motivación o bien nos sentimos abrumados por la frustración, por el desánimo, ya que, aun teniendo una meta fijada volcamos paso a paso cuando nos conducimos hacia ella... considero que la solución es justo comportarse como un ronin, pero con ciertos matices:

-Imponernos desafíos inmediatos pasando progresivamente de un corto a un largo plazo, comenzando por retos sencillos para complicarlos cada vez más, pero siempre, ya desde el principio, buscando que cuesten que nos provoquen un punto de dolor y jamás entrar en duelo con otro persona: los avances de los demás no pueden ser nunca referentes de los nuestros, pues cada persona tiene un biotipo, mentalidad, circunstancias... únicas que hacen distinto sus formas y puntos de ascenso; "picarse" con otros solo conduce a rencillas, ira, frustración y en definitiva provoca lastres innecesarios.

Volviendo al punto del sufrimiento, cuando Muhhamad Alí consiguió el título mundial por primera vez le preguntaron "¿cuántos abdominales haces al día?" y el respondió "no lo se, empiezo a contar a partir del que me duele: esos son los abdominales que cuentan"... No importa que hagamos tres, treinta o treinta mil abdominales, lo que cuenta es que nos planteen un desafío, lo que importa es plantearnos retos que independientemente de su tamaño nos obliguen a superarnos, a desarrollar la mentalidad necesaria para superar y utilizar el dolor en nuestro beneficio y de ese modo ser más capaces de saltar e incluso de romper muros.

-Aprender del libro y la calle: la lectura es una fuente gigantesca de datos, de cultura que se debe leer -y releer- desde la "constante ignorancia", es decir, partiendo de la base de que siempre vamos a aprender nueva información que nos obligará a enfrentarnos y a replantearnos la que ya poseíamos de antemano, por lo que o bien nos fortificará nuestros propios puntos de vista o bien conseguirá que variemos determinadas ideas preestablecidas que pudiesen estar total o parcialmente equivocadas.

Pero para llegar a ese punto de contraste debemos sacar la cultura aprendida a la calle, o sea, ponerla en práctica interactuando tanto con el entorno como con quienes convivimos. La lectura nos da un saber enciclopédico, una serie de conocimientos que simplemente están en nuestro cerebro adquirido de memoria, así que para interiorizar estas teorías escritas debemos compartirla con otras personas, sin importar su condición, para ser capaces de entender, explicar y poner en práctica aquello que solamente hemos leído... transformar la cultura en sabiduría. Es muy importante ser conscientes de que lo que sabemos siempre será infinitamente menor a lo que nos queda por descubrir, por lo que en esa interactuación es mucho más importante la escucha que el habla. Y del mismo modo es bueno aprender a escuchar de forma activa: se debe prestar atención incluso a quienes no creen en nosotros, hasta a aquellas personas que nos aseguran "no puedes", "aquello es inmoral", "esto es la verdad", sabiendo siempre que en última instancia a quien debemos hacer caso es a nuestra propia conciencia, no comportarnos pasivamente dejando que otros sean quienes nos pretendan distinguir lo posible de lo imposible, el bien del mal: es éticamente superior fallar por convencimiento que acertar por imitación y pasividad... además de conllevar un mayo aprendizaje.

-Meditar sin pensar: cometemos fallos, millones, si no más que aciertos, lo que sí es seguro es que cada error nos afecta más a nivel interno que un logro... pero de nada vale centrarse una y otra vez en la desazón, en la frustración, en la pena... que nos produce el haber errado: es una acción que únicamente consigue bloquearnos, que nos impide solventar el fallo cometido y seguir adelante. Meditar no incluye pensar: meditar implica reflexión, analizar no las emociones que nos provoca el error realizado, sino los pasos que nos llevaron a cometerlo para así no volver a repetirlo, además de encontrar la solución en el propio problema -la idea de encontrar la respuesta en la pregunta es algo que explicó Bruce Lee en "El Tao del Jeet Kun Do"- pues descubrir como solventar una situación viene a ser como pescar en un mar revuelto: la corriente, las olas, la lluvia y demás inclemencias provocadas por el mar -el problema- nos suponen una serie de adversidades para pescar, pero hemos de recordar que es justo en el mar donde están los peces -la solución-.

Se debe caer, mucho, muchísimo una y otra vez hasta llegar al objetivo que nos hayamos establecido, pero si por mucho que te tropieces continuas corriendo, caminando o incluso gateando, antes o después alcanzarás lo que te mereces.

A partir de la figura del ronin en Japón existe el dicho de que "si te caes siete veces... levántate ocho".

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