Doble
máscara.
Se
estima que el Estado gana más de 11.000.000.000 de euros en impuestos
recaudados gracias a la venta de tabaco y alcohol.
Las migajas de seso vivo salpican
sus botas. No es de extrañar: después de veinticinco o treinta pisotones
incluso el cráneo se abre como una almeja al vapor y deja salir su contenido
disparado… cuatro chicos, apenas de su misma edad centran su ira acumulada en
este niño convertido en objeto de la cinefilia de Dios, de ese dios cínico y bromista
que nos suelta en un teatro sin guiones
y se sienta a vernos desde el palco. Un niño que sale en busca de diversiones
desconocidas y se topa con cuatro jinetes sin caballo buscando como llenar un
hueco que se ahonda con cada gesto por colmarlo.
De fondo música House, la calle
encharcada con sangre y cerveza. El estómago a punto de estallar: parece un
hígado de pato destinado al paté… ironías, supongo. En su boca el gusto cobrizo
de la sangre, pero el miedo pasa a terror cuando se percata de que el flujo no
fluye por sus labios rotos, sino que llega desde su garganta desmigajada: ante
el nuevo susto grita, pero solo se oye el chillido en su cerebro… lo único que
consigue con su grito mudo es aumentar el torrente sanguíneo que le recuerda la
inevitabilidad de su no-vida, que ya ve como un alivio, un alivio que se une a
la tortura resistiéndose a llegar: para hombre enterrado vivo la muerte es su
mejor amante y el ansia lo apodera gracias a la impotencia de evitar su final:
si pierdes tu elección ¿qué eres?
Uno de los cuatro chicos se ensaña
con la sien del muchacho quien tiembla involuntariamente de cintura para abajo,
meado, cagado, con piernas tiradas por hilos invisibles de un titiritero
sádico, con macabro estilo. Mayor mierda es la que hieden los corazones de sus
amigos, los amigos de la marioneta, los amigos demasiado pijos, demasiado
niños, que conocen el dinero, pero no su valor y hoy decidieron salir a la
calle para jugar a ser neo-gánsters… el resultado es “game over”, pero en la
vida real no existe la opción del “continue”, no puedes apagar y encender o
echar una nueva moneda… cada fallo cometido tiene solución, pero su coste es
grande, colosal en muchos casos: una garrapata que se acopla en el centro de tu
cerebro y de vez en cuando muerde con sus colmillos, recordándote que no
hiciste lo que debías, que no defendiste a tu colega, que te escondiste tras
una columna como putas apiñadas contra el frío sin nisiquiera gritar socorro,
observando, como Dios, pero desde las barricadas: tarde o temprano tendrá que
volver deshonrados a la arena.
Golpe tras golpe, golpe tras golpe… úlceras,
huesos rotos, perforaciones y por fin… la patada final que descoyunta las
cervicales.
Cuatro jinetes sin caballo, que ni
siquiera han empezado a afeitarse, prosiguen pateando un cuerpo inerte,
desvivo, proyectando su odio en un desconocido: el origen del mismo también lo
es.
Son juzgados: 18, 19, 20 y 22 años…
todos a la cárcel. En sus análisis, altas dosis de alcohol, el equivalente a
botella y media cada uno, cantidades de alcohol que adquirieron de manera
enteramente legal: basta con tener la edad y las monedas mínimas para
comprarlo.
Fumar marihuana en vías públicas
conlleva multas de entre tres cientos y treinta mil euros… dos caras, doble
juego, cero ética.
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