martes, 21 de mayo de 2013

Escrito (22/5/2013)


For free.
            Se lanzan a los plátanos podridos, blanquecinos, amoscados igual que cerdos a bellotas: un estómago contraído desde hace días es más poderoso que el decoro de las buenas formas…
            Los gatos juegan con pescados muertos hace una semana, ahogados por el aire, mientras los adultos –apenas han comenzado a cargar ese adjetivo- separan los humanamente comestibles de los que usarán como carnaza para atraer a viejas y meros hasta los anzuelos… el pan solo llena estómagos de mamíferos con cerebro inútil en dos patas.
            Ahí siguen los niños… sucios… morenos… con ropa eterna igual que los dibujos animados… chiquillos hartos de las frutas y verduras que sobran de las ventas: darían lo que fuese por arrastrar en  las arterias el mitológico colesterol, símbolo de ricos que pueden permitirse carne y señal de quienes se alimentan teniendo en cuenta al paladar por encima de los intestinos… Niños con lomos agrietados por las costillas, con pus en los oídos porque el frasco contra la otitis vale casi tanto como la leche del hermano pequeño… S.S. es un cuento de viejos del ayer.
            Montañas de peras, pomelos, melocotones… rezumando jugo como mantequilla caliente por el borde de la tostada… azúcar pura que alimenta la golosina de los hijos, que atrae a mosquitos sin trompeta y a bocas de parados con demasiadas letras fuera de los libros…
            Cada sábado el mercado cierra hasta la mañana del lunes y aquello que no se vende se tira a los contenedores de detrás… las sociedades no son distintas a la relación que existe entre la mierda de una vaca y el escarabajo pelotero: los desperdicios de los gordos son los tesoros de los enanos… decenas de padres y madres se amontonan con sus hijos tras el mercado esperando encontrar su trozo de boñiga con la que llenar la despensa un par de días: alimentos que ayer pensábamos que podrían hacer vomitar a una cabra hoy son la base de la cadena alimenticia de muchas casas en este país.
            Algunos verduleros ya saben de la estrategia de los escarabajos y procuran hacer cagar a sus perros sobre la mercancía, mearla, echarle raticida para así no dar más opciones que la compra del producto: destruir unos alimentos encarece la venta de otros y en un país donde nos anestesiamos a base de J.B. y polvos mágicos de viernes a domingo para aguantar toda una semana sin fútbol ni bakalao, unos cuantos céntimos valen copas en la disco… además, una norma rige en nuestro estado: ¿porqué habría de regalar lo que tanto trabajo me cuesta conseguir?Mejor tirar a la basura parte de mi esfuerzo a que parásitos lo aprovechen.
            La policía se acerca… esta vez solo son cuatro… suficientes… Toman a un viejo que estiraba la mano a por una piña y entre dos le piden la documentación… el anciano no oye, no reacciona, no comprende… vuelven a pedirle… mira a las placas tratando de averiguar la línea que igual ley con moral… al tercer aviso pierden la paciencia y le dan un bofetón, alguien se interpone, lo defiende, insulta a los guardias y ahí comienza la disciplinación: dos uniformados lo reducen al suelo mientras otro se ensaña vértebra por vértebra hasta dar con la porra en el oído… el hilillo de sangre roja, espesa y sorda pretenden que sirva de ejemplo al resto del grupo… hace falta un puñado de policías para reducir a padres desempleados, a estudiantes desencantados, a trabajadores desposeídos de derechos… tan solo necesitan a un juez amigo para liberar de culpas a terroristas y aristócratas.
            “¿Porqué hacen esto?” alguien lo pregunta con un sentimiento a caballo entre decepción, ira y tristeza… contestan pronto: “Quienes viven explotando la necesidad no desean que sepas que tus hijos tienen derecho a vivir gratis”.

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