Sueños rotos por “Conejo”.
Frota, duro, con estropajo de metal y sin guantes: los
callos en sus manos son escudo suficiente… manos varoniles… manos
desproporcionalmente grandes con respeto al cuerpo enano y obeso de una mujer
alimentada a base de pizzas congeladas, pasta “Hacendado” y bollos de chocolate
a 1 euro… compras baratas, enfermizas, llenadoras de humo en el estómago,
asesinas de hambre y salud… unas manos hechas para el volley-ball, superior en fuerza, destreza, rabia a la de las
contrarias del equipo… manos de hombre adulto cosidas con carne a muñones de
bebé…
Sigue frotando, tratando de sacar esa mancha de semen,
sangre de desvirgue –a él le gustan jóvenes- y lapo empegostada en la alfombra
india… un directivo calvo, con bigote, cuerpo hecho a medida bajo bisturís y
tetas aún sin desarrollar pagadas con dinero de almas con demasiada carne, poco
espíritu… Su esposa finge no saberlo por protección a sus hijos: en el contrato
del casamiento los bienes no se separaron y una mujer florero con menos arte
que los cuadros abstractos hechos por concursantes de “Gran Hermano” depende de
la humillación para sobrevivir lo mismo que del agua… Por suerte para la mujer
que está limpiando la alfombra los tiempos de jugadora de volley ya pasaron y es horrible… sumamente horrible, con muslos a
trozos entre el verde de las venas hinchadas y el rojo de la piel con urticaria…
la barriga pequeña, pero fofa –al menos tapa el corte de la cesaria- y tetas
con la consistencia de una papaya demasiado madura al sol… la cara con el doble
de años que su d.n.i. y el corazón con el triple… todo un templo destruído,
altar de su alma triste. ¿Porqué no tendría este aspecto a los 17?¿Porqué debía
tener figura de supermodelo en aquel polvo?¿Porqué sus pechos aún rezumaban
sexo cuando chocaban al saltar?Enamoraste al listo del barrio, el que te pasaba
doce años, el que te prometía amor eterno las tardes en el cine, las tardes a
escondidas de mamá, las tardes iniciándote en los porros y el sexo por el culo…
26 de Julio de 2017: 9 meses antes del cumpleaños de tu hija… no era la primera
vez que follaste con él, pero sí la primera que te convenció para dejarte hacer
sin condón, para que te dejaras correr dentro –“por una vez sería demasiada
mala suerte”-, para que te dejaras grabar con el móvil para sus futuras pajas…
apenas unos diez minutos en los que sentiste más las tortas en el culo y los
jalones del pelo que las embestidas con el pene… se corre, se gira, se duerme…
tú llorosa y preocupada como una pitonisa que ve el futuro claro como un muro
en sus pupilas…
Dos meses sin regla y se confirma… se debieron haber
acabado las canchas para ti, pero no tenías el dinero para abortar, te aterra pedir
ayuda a un padre con la mano demasiado suelta o a una madre de anacrónicas
ideas, así que seguiste jugando, entrenando, con mayor ahínco que hasta
entonces, por ver si las barrigas contra el cemento del pabellón intentando
darle a la pelota se cargaban a ese tumor que te iba creciendo en el vientre…
solo sirvieron para parir una hija que raya lo subnormal.
Entra el cerdo con bigote –los escudos de billetes rompen
la fuerza de los juzgados- y pisa lo fregado. Rebusca en los cajones, encuentra
los capuchones del pene y llama del móvil secreto –solo lo han visto él, el
chulo y la chacha- en busca de medias mujeres: por suerte en las naciones de
cemento, gasoil y cobartas, donde un árbol en maceta se llama parque, comprar personas-trabajadores-putas
está más agilizado teniendo dinero del que no hace ruido que conseguir
aparcamiento un Domingo en zona azul.
Más fácil que una pizza: se la llevan calentita a la
oficina en una hora, cuando hayan cerrado la jornada.
El tipo sale, vuelve a pisar, tira una colilla caliente
en la alfombra… el fuego del cigarrillo prende un poco la lejía, desprende un
vaho químico que inunda el cuarto… Ella se levanta, apaga los ventiladores,
cierra la ventana, apaga la luz… desea llenarse de ese vapor, de esa nube
fantasmal, tóxica que embota neuronas y sirve de máquina del tiempo hasta canchas
de parquet en partidos oficiales… “cri-cri…
cri-cri… cri-cri”… es Pepito dentro de su cabeza que la obliga a despertarse, a
espabilar: cuando salga tiene que ir en guagua hasta el hospital-materno-infantil: a
su hija quinceañera le toca ecografía.
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